Vivimos una nueva crisis del progreso y la actitud generalizada, hoy en día es una mezcla de sumisión a la cultura de masas y de repliegue sobre nuestra vida privada. Al mismo tiempo se constata una desilusión generalizada respecto de los gobiernos, las instituciones (ya sean políticas, familiares, educativas o religiosas), los valores sociales, el sistema
capitalista dominado por el dinero y la sociedad de masas impersonal.
Según A. Touraine, actualmente existe una disociación entre la economía y las culturas, entre los intercambios y la identidad. A todo este fenómeno el autor lo denomina "la desmodernización", que se caracteriza por la "despolitización", la "desinstitucionalización" y también por la "desocialización" tal como se puede observar en la ampliación desmesurada de las ciudades anónimas y en el aumento de la marginación social. Sin embargo, el autor asegura que este fenómeno también tiene una parte positiva: presta más atención a las personas y a la innovación que a los sistemas establecidos, a las instituciones y a las normas, como pasaba hasta ahora.
Por otra parte, la globalización impone un concepto de vida basado en el cambio, opuesto al que dominó en el período de la posguerra y que se fundamentaba en la estabilidad profesional y familiar. Es este ambiente de cambio permanente el que crea en muchas personas el miedo de perder los sistemas de garantía, de jubilación; es decir, hace nacer el miedo a asistir al final del control social de la economía.
En este panorama, la globalización lleva o bien al triunfo de la cultura global o bien a la reconstrucción de identidades que no son sociales, sino culturales, religiosas o étnicas. En este segundo caso, resulta peligroso valorar al individuo sólo por su pertenencia a una comunidad, ya que se corre el riesgo de que cada cultura se cierre en una experiencia particular incomunicable y que la sociedad se fragmente en comunidades o evolucione hacia un nacionalismo autoritario y racista. También existe el riesgo de que el espíritu mercantil intente utilizar las formas de conducta identitaria (sexual, por ejemplo) o que los poderes neocomunitarios utilicen las técnicas industriales.
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